-Te digo que son un cruce entre Nagas y Gnolls
-¿Gnolls?- replicó Done
-Ayer dijiste Nagas y Trolls, cada día cambias mas tus
historias Gris
-¿Que yo cambio qué?, ¿Cuál es tu teoría sobre el origen de
los murlocs?- respondió Gris sensiblemente contrariado.
-Ayer te dije Nagas y Gnolls, pero creo que debería haber dicho Nagas y enanos cabezones como uno
que conozco
Aguazul sonreía desde el fondo de la habitación, mientras
leía un pesado libro. Dorien a su lado, se sorprendía de la tranquilidad que
desprendían los dos pícaros. Estaban a pocas horas de partir hacia un rumbo
incierto, a través de los mares y estaban tan tranquilos discutiendo de
bestias, leyendas, mitos y murlocs...
Dorien aún no había asimilado su partida con el grupo de
investigación. Hacia un par de lunas estaba en Dolonnar con el maestro Enaadir cazando
y practicando sus nuevas facultades. Y en esos momentos estaba en la gran
posada "El descanso de Azshara", a punto de dejar por primera vez
desde su llegada de Gilneas las tierras de Kalimdor.
De repente la puerta de la habitación se abrió ruidosamente.
Apareció un pequeño gnomo de nariz redonda, unos largos bigotes y un sombrero
amarillo pálido.- ¿Pero dónde está el equipamiento de la investigación?
-¡Los teodolitos!- exclamó Gris dándose cuenta de su pequeño
olvido. El pícaro gnomo saltó velozmente de su silla y apareció rápidamente al
lado del armario de la habitación. Abrió el segundo cajón y sacó tres
teodolitos relucientes y los alzó a modo de premio.
Bien, dijo Bomben el gnomo de largos bigotes. El primer paso
es saber que no los has perdido, los quiero en menos de cinco minutos junto a
las palas al lado de las alforjas de las mulas. Gris salió velozmente de la
habitación, manteniendo con equibrio las tres herramientas, con la cabeza gacha
para no recibir ninguna reprimenda más de Bomben.
-Dime Aguazul, ¿crees que estos dos tienen algún futuro?- suspiró
Bomben viendo que el enano Done se es escabullía de la habitación, con cara de
otro posible olvido.
- Dime que estaban planeando estartegias de combate o
afilando sus dagas- su mirada se dirigió a la Dranei sentada junto a una gran
mesa de madera. La Dranei iba ataviada con una cota azul púrpura, en el
antebrazo izquierdo se podía apreciar un símbolo con forma de una tormenta y
una nube.
El mismo símbolo se intuía cerca de su tobillo izquierdo, y
era fruto de sus estudios chamanísticos en la avanzada azur hacía ya unos años.
Aguazul sonrió, dejó en la mesa el libro que sostenía y dijo
-No te preocupes Bomben todo saldrá bien, he odio que habéis incorporado a un
nuevo sanador y un caballero de la muerte al grupo-.
-Sí, finalmente seremos una gran expedición, Neila ha hecho
todo lo posible para que no tengamos demasiados problemas- dijó Bomben mientras
se sentaba en una ya destartalada silla.
-Y tú, ¿ qué tal chico?-
preguntó a Dorien que había permanecido en silencio. ¿Como estas?, ¿Nervioso,
ilusionado, cansado, preparado para un gran viaje al otro lado del mar?
-Llevo toda la vida esperando este momento- dijo Dorien con
una pequeña sonrisa.
Los últimos días en Darnassus habían sido muy excitantes. El trajín
de mercaderes era incesante. Un destacamento de Draneis de alto rango había
llegado hacia unos pocos días provenientes de Desolace. Se movían por la ciudad
con sus majestuosos Eleks negociando con joyeros entre diversos maestros elfos
en el bancal de los artesanos.
Un grupo de humanos estaban en la ciudad por motivos
desconocidos, reuniéndose aquí y allá con distintos altos elfos. Aunque era por
la noche cuando más alboroto montaban en ciertas posadas de la parte norte de
la ciudad.
Pero lo que más había atraído la atención del joven huargen
Dorien, eran los gnomos de la liga de los expedicionarios, que esa tarde
buscaban diversos materiales en la tienda de ingeniería "El tornillo
veloz". Shenda la regente de la tienda no había tenido tanta demanda de
tuercas, anillas, clavijas, tornillos, reglas y martillos en varios años.
Dorien los siguió por las calles de Darnassus. El jefe del
grupo de los expedicionarios era Renib, este aprovechó que pasaban por delante
de una licorería para rellenar su ya abultada alforja.
Tres sacerdotes de Elune pasaron junto a Dorien, sus cantos
eran melodiosos y pese que creía que ya conocía mucho del lenguaje élfico se dio
cuenta que había estrofas que no entendía. De todos modos la canción versaba
sobre un antiguo bosque y de su árbol principal llamado Kilorien.
La brisa se hizo más fuerte, cuando se le cruzó una joven
niña que iba detrás de su nueva mascota llamada Nimba, una gata blanca, por lo
visto muy escurridiza, que seguía un fuego fatuo en dirección a una nueva
tienda de inscripción.
Cuando se dio cuenta Renib y su grupo ya se alejaban dirección al roble
quejumbroso, lugar de descanso de muchos refugiados huargens.
Dorien apretó el paso y realizó un sprint para no perder de
vista a los gnomos, mientras dos cazadores montados en dos grullas azur,
galopaban en sentido contrario. Por pocos centímetros no colisionan y cuando
Dorien creía que había pasado lo peor, no contó con el tigre oscuro de uno de
los cazadores con el que finalmente impactó levemente, lo justo para salir
rebotado a los pies de un ancestro protector.
Hubo multitud de risas entre los distintos viajeros, y en
especial entre dos centinelas y la tabernera Saelienne.
Dorien giró instintivamente el cuello para ver a lo lejos
como el último de los gnomos giraba a la derecha detrás de una posada. Rápidamente se levantó y siguió el mismo camino que habían
hecho los gnomos y allí los encontró. Estaban allí entre cinco mesas montando
una serie de aparatos, entre ellos destacaban sextantes, octantes, espejos,
miras y filtros.
El ajetreo en ese grupo de gnomos era constante, y las discusiones
sobre como montar ciertas partes de sus herramientas era incesantes. Dorien se acercó a una de las
mesas de trabajo, había multitud de diseños garabateados, en uno había un tubo
unido a un ocular y a un regla semicircular. En el semicírculo había en forma
de arco, números del cero al ciento ochenta en intervalos de diez, y justo en
el centro una pequeña lupa.
Mientras una parte del grupo se dedicaba a montar los
equipos, dos pequeños gnomos se dedicaban a la venta de los utensilios ya
montados. Había muchos clientes interesados, había enanos de Dun Algaz y de
Kharanos, un guerrero humano muy alto equipado con una poderosa maza que
provenía de Villa del Lago, un viejo paladín de Andorhal acompañado por su hija,
y un huargen de aspecto misterioso, un elfo centinela de la sierra de espolón y
un brujo gnomo con un sombrero pálido que regateaba el precio de unos
binoculares.
- Te doy siete monedas de oro por los dos, es mucho más de lo
que me costarian en la casa de subasta de Tuercespina dijo el brujo.
- ¿Siete monedas por estos perfectos binoculares? ni pensarlo
contestó el vendedor que ya parecí cansado de la negociación. - Por menos de
diez oros no los puedo vender.
- Mi última oferta, diez inmensas monedas de oro, por dos
binoculares y cuatro mini-espejos de teodolito, inquirió el brujo.
-Bueno, el comerciante parecía vencido ya, dos binoculares y
tres mini-espejos.
- Hecho exclamó el cliente bastante satisfecho.
Esa voz le sonaba mucho a Dorien, que se acercó para ver la
cara del misterioso cliente... era Bomben!!!
Antes de que Bomben se fijase en el, Dorien se escurrió entre
la multitud. Quedaban ya pocas horas para el anochecer y tenía que preparar su
macuto, y si Bomben lo veía allí seguro que le reñiría. Debía regresar rápido a
la posada y descansar. Mañana sería un gran día, el día más ilusionante de su
vida.
Pasaba una hora del alba cuando Dorien subía a la embarcación
"Dragón del mar". Tras él andaba Done junto a Bomben guiando a las
mulas cargadas con las provisiones.
Al entrar fue recibido por una elfa de la noche con el pelo
verde oscuro, ataviada con una pechera gris de cuero reforzado.
-Buenos días
joven druida, ¿Dorien supongo?- dijo la el elfa.
- Exacto Dorien briznaoscura para ayudarla en lo que pueda-
dijo Dorien.
- Menos cháchara y formalismos, que aquí tenemos estas dos
bestias peludas y testarudas que desean pasar- Intervino Done.
- ¿Tú debes ser Piegris?- dijo la elfa con una sonrisa que
delataba perfectamente que sabía que no era Piegris.
-¿Gris? Como pille a ese gnomo idiota que debía ayudarme a
cargar con estas mulas, le enseñaré que es el compañerismo- dijo Done
malhumorado.
- Perdone a este enano insolente, se llama Done, y yo soy
Bomben tercero al mando de la investigación seis lunas- dijo el gnomo de largos
bigotes.
- Yo soy Nid- dijo a la vez que sonreía al ver pasar a Done
estirando las mulas.
Done captó la sonrisa, y exclamó -¿Y ese minino de quién es?-
Señalando al animal que yacía tranquilamente detrás de la elfa.
- Ese minino es Cutsie, es un zorro que tiene mucha afición
de morder los culos de los enanos, así que mejor que te lleves bien con él-
dijo Nid sin poder conetenr más la risa.
El zorro alzó las orejas al oir su nombre, y se lamió el
hocico mirando al enano, cosa que no fue muy del agrado de Done.
Nid cogió las dos mulas, y las llevo suavemente en dirección
a la bodega del barco. Done no podía creer como las mulas no protestaban al ser
acompañadas por la elfa de la noche, aún recordaba la coz recibida por esa
maldita mula al salir de Darnassus.
Dorien se quedó observando el trasiego de los marineros en el
barco, unos izaban la vela mayor mientras un grupo transportaba más enseres a
la bodega, y otro grupo verificaba las amarras de proa.
Mientras tanto un barco Dranei, con destino al Exodar se disponía
a zarpar. El barco de grandes velas verde-moradas se llamaba "La furia de
Argus", era bastante más pequeño que "El dragón del mar", pero
lucía más esplendoroso y espectacular, que el triste y un poco destartalado
barco de bandera de las tierras de poniente.
Bomben se acercó a Dorien y apoyando una mano a su brazo le
dijo.
-Hace buen día para el viaje, el ligero viento del norte nos
ayudará a llegar más rápido a Ventormenta. ¿Has estado alguna vez allí?-
-No, no he estado nunca. Tengo ganas de ver el castillo,
dicen que su sola vista desde lo lejos es suficiente para ahuyentar a la horda-
dijo Dorien.
-No te creas todo lo que oigas de los bardos de las posadas
de Darnassus- sonrió Bomben.
- Bueno creo que ya estamos todos- dijo una Dranei con el
pelo largo negro como el carbón. Su cara transmitía la alegría y emoción, de la
gente que solo con su tono de voz inspira confianza e ilusión.
- Mi nombre es Neila, bienvenidos Bomben, Dorien y Done creo
que ya estamos todos.
A lo lejos se oyó una débil voz que chillaba -Falto yo, falto
yo!!!
Del fondo del barco Dranei, se vio a un gnomo con una pequeña
barba puntiaguda y con el pelo enmarañado dando saltos y aproximándose a la
amura del barco.
"La furia de Argus" estaba zarpando, y pese a que
hacía unos segundos estaba amarrado al lado del "Dragón del mar",
poco a poco la distancia entre ellos se iba haciendo más grande. Del medio
metro pasó al metro, y posteriormente a los dos metros de distancia.
Cuando el pobre Gris alcanzó el borde del barco la distancia
no era inferior a los cuatro metros.
-Salta! - le inquirió Bomben con apremio.
-No llego ya- contestó Gris enojado.
-Salta ya, aunque acabes mojándote este pequeño cerebro que
dudo utilices a menudo-.
Las risas de Neila, Done y Nid eran casi carcajadas.
-He oído que hay pulpos venenosos en estas costas- farfulló
Gris.
-Salta ya! grito Bomben con un gran enfado.
Gris cogió unos pasos de carrerilla, y saltó pero la
distancia entre los dos barcos era ya aproximadamente de seis metros. A mitad
de la distancia su buen salto empezó a descender bruscamente en altura,
mientras agitaba las manos como si pudiera ganar algo con ese gesto, el
descenso rápido en dirección al mar era inevitable.
En ese momento sucedió un fenómeno que cogió a Dorien
totalmente por sorpresa. Un halo de luz blanca intensa envolvió a Gris, y como
de un lazo blanco se tratase estiró al gnomo a la cubierta del "Dragón del
mar", al lado de una humana equipada con una pechera de tela amarillo ocre
con los rebordes verdaceos.
-Ahora si que estamos todos- dijo la humana.
-Gracias Amé- dijo Neila
-Amé es una de nuestras sanadoras del grupo junto Aguazul y
Dongun. Siempre son bienvenidas tus habilidades de sacerdotisa, aunque un
remojón a este gnomo dormilón no le habría ido del todo mal-.
Neila sacó un papel con lo que parecía una lista de nombres,
tachó uno y se acercó al capitán del barco.
-Es hora de zarpar, nos esperan en Vertomenta!- dijo la
Dranei.